23 February, 2007

La seducción del lugar


Publicado en El País, Tribuna, JORDI BORJA 19/02/2007

No hay mujeres feas, hay mujeres mal arregladas. Una expresión propia de los/las profesionales de la estética femenina, exagerada pero bastante cierta. Y lo mismo ocurre con las ciudades: todas pueden ser seductoras (el título lo tomo del urbanista británico Joseph Ryckwert). Viví gran parte de la década de los sesenta en París; no era frecuente encontrar gente que hubiera visitado Barcelona, no interesaba. Y los que la conocían excepto alguna referencia a Gaudí , a las Ramblas o al morbo del barrio chino, enfatizaban el paisaje gris y monótono, la suciedad y la pobreza del espacio público y una cierta tristeza ambiental de la ciudad. Como lectura les recomendaba la espléndida poesía urbana de Jaime Gil de Biedma, que les confirmaba en su imagen inicial. Ahora ocurre todo lo contrario: Barcelona está, sigue estando de moda, atrae a sus visitantes, que además llegan convencidos a priori de que la ciudad les encantará. En fin, la ciudad se ha convertido en un lugar bien arreglado, un lugar seductor.

Estuve hace unos días en París, participando en un encuentro en La Défense de expertos de la Universidad y del Ministerio del Equipement (equivalente a Fomento en España) sobre La atractividad de las ciudades. Barcelona sigue llamando la atención, pero para aquellos que la conocen -ahora son muchos- lo que hace una década eran entusiasmos sin reticencias ahora el interés se expresa con bastantes dudas y algunas críticas. No se entiende muy bien a dónde va la lógica del actual urbanismo de la ciudad. La impresión es que se trata de operaciones dispersas, más dependientes de las iniciativas y las decisiones de los actores privados que del poder público. En general, operaciones como Diagonal Mar y el Forum no reciben el aprobado y otras como el Poblenou (22@) y Sant Andeu-Sagrera no son aún claramente perceptibles. Otras transformaciones que se pueden considerar muy exitosas son asumidas como naturales de la ciudad, es decir, no novedosas, como Ciutat Vella y en general los espacios públicos. Y algunas de las mejores actuaciones, como las que se han realizado en Nou Barris (Parc central, plazas y equipamientos, renovación de las viviendas sociales) son poco conocidas a pesar de su indiscutible valor.

Especialmente se plantean incertidumbres sobre el entorno metropolitano. Se reconoce el dinamismo urbanístico que caracteriza este territorio, pero no se percibe la lógica o la coherencia del mismo. La sensación de dispersión no genera precisamente seducción y algunas operaciones vistosas, como la plaza Europa en Gran Via sur, generan más inquietud que agrado. Se aprecia obviamente la continuidad del cemento, pero no tanto la de la ciudad metropolitana. Ante la compacidad y coherencia de la ciudad central, la periferia ofrece una imagen caótica a pesar de las interesantes y numerosas intervenciones puntuales en espacios públicos y equipamientos. Y es que los municipios de la periferia difícilmente serán ciudad si no se articulan entre ellos y con Barcelona mediante tejidos continuos con operaciones puntuales que diferencien y marquen simbólicamente el territorio. No es suficiente que cada municipio, el de Barcelona incluido, realice sus operaciones particulares, por brillantes que parezcan.

En un reciente pasado se publicitó el modelo Barcelona. Este modelo está agotado y en algunos casos, agrietado. Y nos falta el modelo urbanístico de la ciudad metropolitana, a escala regional. Las nuevas centralidades, los ejes articuladores, los elementos de monumentalidad, las propuestas tipológicas, los mecanismos que garanticen la mixtura de funciones y poblaciones, la protección de los elementos diferenciales, de identidad, locales. Y, obviamente, un denso sistema de comunicaciones, de transporte público, que aparece muy atrasado. Lo que fue el Plan General Metropolitano de 1974-76 se necesita ahora a escala superior.

En el citado encuentro de La Défense-Paris, las referencias a Barcelona mezclaban elogios con interrogantes. Expresaban algunos temores sobre los riesgos de apostar por una inserción acrítica y blanda en la globalización. Y coincidían en argumentar la complejidad de factores que hacen que una ciudad sea atractiva. La ciudad exitosa se construye siempre, no se termina nunca. El territorio no es un dato neutro y estable, es una realidad dinámica que se recrea permanentemente.

La seducción del lugar, como la de las personas, debe cuidarse, mantenerse y renovarse.

La ciudad atractiva no se construye mediante arquitecturas singulares que tienden a la truculencia, a la gratuidad, a la arbitrariedad y a la frigidez (Calatrava, Koolhaas, Perrault, etcétera) que en Barcelona se expresa con demasiada frecuencia estos últimos años (por ejemplo, el artificioso edificio de Gas Natural en la Barceloneta). Ni con eventos indefinibles y aparatosos como el Forum. Ni con ampulosas campañas publicitarias. La ciudad atractiva que apueste por el futuro, por no ser una estrella fugaz en el firmamento globalizado, es otra cosa. Es la ciudad querida por sus habitantes y usuarios frecuentes, que asumen no solo la identidad y la querencia de su barrio y de su municipio, sino también del ámbito metropolitano que es hoy el marco territorial de su vida. Es la ciudad que no se adapta bobamente a las dinámicas perversas de la globalización, sino que resiste, defiende su patrimonio y su capital fijo, su historia y sus actividades arraigadas en su sociedad, su diferencia y su paisaje. Es la ciudad que genera sus grandes proyectos y no espera que vengan promotores de fuera a imponerlos. Es la ciudad con una economía propia que la define, con un diseño que marca su personalidad, con una vitalidad social hecha de continuidades históricas y de diversidad de actores creativos. Es la ciudad que se expresa en calles y plazas que ofrecen un ambiente urbano agradable, diverso, entrañable. Es la ciudad de barrios y ciudades unidos no sólo por la continuidad urbana, sino por la capacidad de construir un imaginario cultural y un escenario de futuro comunes.

Jordi Borja es urbanista.

http://e-barcelona.org/index.php?name=News&file=article&sid=8312


Vidas baratas


Publicado en El País, MANUEL DELGADO 13/02/2007

Siempre es la misma historia. De pronto, alguien, en algún sitio, decide algo que cambiará la forma y la vida de un barrio. Primero se lo declara "obsoleto", luego se redacta un plan perfecto, se elaboran unos planos llenos de curvas y rectas, se hace todo ello público de manera atractiva -dibujitos y maquetas- y se promete una existencia mejor a los seres humanos cuya vida va a ser, como el lugar, reformada. A continuación, se proponen ofertas de realojamiento -que siempre perjudican a quienes no podrán asumir las nuevas condiciones que indirectamente se les impone-, se encauzan dinámicas de participación -orientadas de hecho a dividir a los vecinos afectados- y luego se continúa sometiendo a ese trozo de ciudad a un abandono que ya lo venía deteriorando para disuadir a las víctimas-beneficiarios de la transformación de su urgencia e inevitabilidad.

Ése es el caso de las Casas Baratas del Bon Pastor, 783 viviendas de una planta edificadas en la década de 1920 para albergar a barraquistas e inmigrantes, testimonio de las épocas cada vez más lejanas en que la vivienda social era una preocupación para las autoridades municipales, un asunto para el que se procuraban soluciones que, por precarias que fueran, eran al fin y al cabo soluciones. Los interiores son pequeños, pero no menos que lo que hoy se propone como "nuevas soluciones habitacionales". Con el tiempo, muchas familias habían adecentado sus casas hasta hacer de ellas un espacio notablemente más amable que el de los bloques de pisos que les rodean. Además de ser un valioso ejemplo de un determinado urbanismo -adap-tación humilde de la tipología de la ciudad-jardín-, el barrio era un colosal monumento viviente a décadas de cultura popular urbana, en un escenario que se había demostrado propicio tanto para el encuentro cotidiano como para los momentos álgidos de la fiesta y de la lucha.

Todo ese yacimiento de memoria es lo que las excavadoras arrasaran pronto. La primera fase de demolición se ha iniciado sin darle tiempo a buen número de hogares a acabar de empaquetar sus enseres, pero sobre todo sin que se hayan acabado de resolver judicialmente las demandas interpuestas por las familias que se han negado a aceptar las condiciones de su traslado y están exigiendo una indemnización por los daños morales que supone dejar atrás no sólo una casa, sino ante todo una calidad de vida que jamás podrán recuperar. Nunca más podrán volver a sentarse en su pequeño jardín o ante la puerta de sus casas a tomar el fresco y charlar con sus vecinos. Todo eso -la posibilidad de una cierta vida comunitaria en plena ciudad- quedará para siempre atrás.

Quienquiera que pasee ahora mismo por lo que había sido un barrio en muchos sentidos entrañable, se encontrará con un espectáculo bien triste. Decenas de casitas medio en ruinas o tapiadas y, entre ellas, aisladas -y por tanto a merced de cualquier asalto-, asediadas por el polvo y los escombros, las todavía incolumnes de las familias que no han tenido tiempo de abandonarlas o que se resisten al desalojo y confían en que el Ayuntamiento atenderá la decisión judicial instando a la detención cautelar de las obras. Todo eso en un espléndido ejemplo de mobbing institucional, una técnica de acoso y derribo -y nunca mejor dicho- ya aplicada en Barcelona -la Ribera, el Raval, Poblenou- y que consiste en hacerle la vida imposible a los vecinos que se niegan a abandonar casas condenadas por los planes urbanísticos e inmobiliarios, someterles a una presión que les obligue a abandonar su resistencia y dejar el paso libre a los planes de "refuncionalización" de sus barrios. Ni que decir tiene que de todo eso ni una palabra en los medios de comunicación, para los que el hostigamiento contra inquilinos inconvenientes o díscolos es una conducta perversa de empresas sin escrúpulos y nunca lo que tantas veces resultar ser: una práctica seguida por la propia Administración y aplicada por sus funcionarios, muchas veces con la ley en la mano; otras, no.

Un vistazo a su ubicación en el mapa de la ciudad y un paseo por el entorno desvelan inmediatamente las claves de tanta urgencia por borrar las Casas Baratas del Bon Pastor . A un paso de la nueva centralidad que se proyecta para la Sagrera, con la gran terminal del AVE, el edificio espectacular encargado a Frank Gehry y ese nuevo barrio que seguro que no será para el mismo tipo de humanidad que vivía y había luchado allí a lo largo de lustros. Se entiende por qué no se planteó la posibilidad de rehabilitar todas o parte de las viviendas ahora sentenciadas, lo que hubiera permitido que los vecinos pudieran elegir entre quedarse en ellas o no: suculentas hectáreas de suelo de propiedad municipal que pronto valdrán infinitamente más de lo que va a costar su remodelación. Terreno liberado para el mundo que se avecina, en que ya no habrá vecinos, sino clientes y en los que las nuevas clases medias que un día fueron progresistas podrán presumir de haberse comprado un magnífico piso en un "barrio popular". Un negocio redondo en el que los perdedores serán una vez más los de siempre.

Y nadie se acordará de los expulsados de hoy, muchos de ellos viejos, pobres y feos -vidas baratas por tanto-, pero con una historia y una grandeza obreras de la que los nuevos habitantes que habrán de venir no sabrán ni podrán saber nunca nada.

Manuel Delgado es profesor de Antropología Urbana en la Universidad de Barcelona.


http://e-barcelona.org/index.php?name=News&file=article&sid=8299

http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Vidas/baratas/elpepuespcat/
20070213elpcat_4/Tes


15 February, 2007

El virus de la Barceloneta: ascensores y conflictos vecinales.


El día 14 de febrero, a las 19h, en el Centro cívico de la Barceloneta, la comisión de cooperación local de arquitectos sin fronteras, demarcación Cataluña, realizó una mesa redonda sobre la modificación del PGM de la Barceloneta.

Recordando este Krax, citaremos que la Barceloneta es uno de los barrios que está a la espera de uno de los múltiples planes de transformación urbana que el ayuntamiento está desarrollando a lo largo y ancho de la ciudad. La administración, con el fin de mejorar la situación en que se encuentra uno de los gruesos de su población, personas de avanzada edad, ha dispuesto un plan que prevé la instalación de ascensores en los llamados “Quarts de casa” (Cuartos de casa), viviendas de dos plantas de aproximadamente 30m2.


Mucho se habló desde la mesa de los ponentes sobre el barrio, caracterizado por su trazado neoclásico y sus construcciones barrocas, cuya memoria inmaterial nos remonta a una tradición marinera, a los movimientos sindicalistas del puerto y su actividad asociativa, mientras se recordaba en qué situación se encontraba el barrio antes de conectarse con el resto de la ciudad, de cómo, hace años, se diseñaban los planes de transformación urbana con el barrio y para el barrio, un urbanismo planificado de abajo a arriba aplicado a la supresión de barreras arquitectónicas, mejora de la calidad de vida y refuerzo del tejido social de la zona.
Destacamos de lo allí escuchado diferentes reflexiones, ideas e informaciones lanzadas por los ponentes que conformaban la comisión.

En Barcelona existe la llamada “ley de barrios” que dota cada año de recursos a aquellos barrios que los necesitan, ya sea desde una perspectiva urbana y/o social.
No es el caso de la Barceloneta: las modificaciones que se pretenden afectan directamente a las viviendas, situación que dicha ley no contempla en cuanto a ayudas se refiere; por ello la administración, para poder realizar las transformaciones deseadas (poner ascensores), necesita que sean los propietarios los que, de manera autónoma, pidan su colocación.
Y aquí entramos dentro de las alegaciones que las diferentes asociaciones y plataformas de vecinos afectados han presentado ante el Consistorio Barcelonés: se critica que las reformas se realicen a base de confrontaciones vecinales, teniendo en cuenta que la oficina de atención dispuesta en el barrio informa que sólo con que la mitad más uno de los propietarios esté de acuerdo, la instalación de los ascensores se puede llevar a cabo. Preocupación por la privación de la voluntariedad en la toma de decisiones, que nadie obligue a nadie a llevar a cabo unas obras que, por otro lado, deberán de financiar los propios vecinos. Las ayudas: que varemos se seguirán, cómo, cuánto, cuándo, en qué o con qué condiciones. Existe la posibilidad de que edificaciones enteras sean eliminadas; en qué condiciones se realojará a aquellos que estén afectados tanto por la pérdida de la vivienda como por las obras derivadas (unir varios cuartos de casa, colocar ascensores comunitarios, ¿vaciar?). ¿Cuál será su duración? ¿Dónde se realojarán? ¿Habrá viviendas para todos?
Interesantes resultan también las puntualizaciones sobre la mezcla que conforma el tejido social del barrio: gente mayor, jóvenes, migrantes, turistas que alquilan un apartamento por días. El ayuntamiento asegura que la idea en sí obedece a una preocupación consistorial por mejorar las condiciones de vida de la tercera edad, y volvemos a otro interrogante: ¿cómo un pensionista puede hacer frente a unas obras de tal envergadura cuyos costes se antojan elevados? ¿Y los mileuristas?
Es aquí cuando las reflexiones generadas desde la mesa de la comisión se hacen cada vez más interesantes: ¿Qué papel juega el ayuntamiento dentro del documento que ha presentado al barrio para su futura renovación? No es la de impulsor, asumiendo su liderazgo como gestor de la ciudad; es la de posibilitar, una vez que los vecinos se arreglen entre ellos, ayudar en la posterior financiación de los costes que las obras generen… Y el tema de la especulación hace su entrada, la posibilidad de que promotores externos compren varias fincas enteras y realicen ellos mismos las operaciones de renovación.

Como un virus informático las noticias del plan se propagan, enfrentando a vecinos y generando multitud de interrogantes que necesitan ser aclarados. La Barceloneta, un barrio en primera línea de playa…